Share/Save

¿Qué es lo que puede ir mal en Medio Oriente?

Ближний Восток

Los siete peores escenarios posibles en la batalla contra el Estado Islámico

¿Conocéis aquel chiste? Describes algo que parece obviamente destinado al desastre –un amigo que cruza el Valle de la Muerte en coche y está a punto de quedarse sin gasolina– y después agregas “¿Qué es lo que puede ir mal?”.

Obama

Así están las cosas hoy en Medio Oriente. Estados Unidos está otra vez en guerra en esta región, bombardeando Iraq y Siria a discreción, aconsejando aquí, atacando con drones más allá, y en todo sitio construyendo coaliciones –para conseguir un poco más de poder de fuego– con una colección de recalcitrantes aliados y buscando desesperadamente alguna fuerza de infantería –no estadounidense– dispuesta a poner los pies sobre el terreno.

He aquí, entonces, los siete peores escenarios en una parte del planeta donde por lo general lo peor es lo mejor que está a la vista. Después de todo, con todo ese poder militar aguantando en la región más volátil del mundo, ¿qué es lo que puede ir mal?

 

1. Los kurdos

Kurdistan

La tierra que los kurdos consideran suya desde hace mucho tiempo está dividida entre Turquía, Iraq, Siria e Irán. Ninguno de esos países está dispuesto a renunciar al territorio que detenta en beneficio de una etnia minoritaria e independentista, menos aun encontrarse en su frontera con un estado kurdo fuerte y poseedor de ricos yacimientos de petróleo.

En Turquía, la zona fronteriza con Iraq poblada de kurdos lleva años siendo una zona de guerra de baja intensidad, con el poderoso ejército turco bombardeando con su artillería o sus aviones; de tanto en tanto, su ejército ataca por tierra a los rebeldes. En Irán, la población kurda es más pequeña que en Iraq, y la zona fronteriza entre ambos países está más abierta a la posibilidad de vivir y comerciar (hay información, por ejemplo, de que los iraníes refinan petróleo para los kurdos iraquíes, quienes lo colocan en el mercado negro; también compran gas natural a Irán). De cualquier modo, de vez en cuando, Irán castiga la frontera kurda con su artillería.

Los kurdos luchan por un estado propio al menos desde 1923. Hoy día, a efectos prácticos, dentro de Iraq existe un estado independiente de facto con su gobierno y se ejército. Desde 2003, es lo suficientemente fuerte como para desafiar al gobierno chiíta de Bagdad con más agresividad que antes. El deseo de aumentar este desafío se ha visto limitado por la presión de Washington, que quiere mantener la integridad de Iraq. En junio de este año, sin embargo, sus militares –los peshmerga– se hicieron con la muy disputada y rica en petróleo ciudad de Kirkuk tras el colapso del ejército iraquí en Mosul y otras ciudades del norte por obra de los combatientes del Estado Islámico (EI). Sin otra alternativa, la administración Obama permitió el avance kurdo.

Los kurdos

Los peshmerga son una parte importante del problema actual. En la cuasi desesperada necesidad de una fuerza sustituta medianamente competente, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN están ahora armando y entrenando a los pershmerga, que resultan tan útiles como su fuerza aérea, y respaldándolos mientras avanzan poco a poco en territorio que continúa estando en disputa con Bagdad como la respuesta más oportuna al nuevo “califato”. Esto significa, lisa y llanamente, que en el futuro Washington tendrá que enfrentar el problema de como hacer regresar al genio dentro de la lámpara si alguna vez el Estado Islámico es expulsado o derrotado.

Mosul

Mosul, la segunda ciudad iraquí –ahora controlada por el EI– es el ejemplo más obvio. Debido al lastimoso estado del ejército iraquí, es posible que algún día los kurdos se apoderen de ella. Esto no caerá bien en Bagdad y la consecuencia puede ser una enorme violencia sectaria cuando el EI se haya marchado. En el pueblo de Hassan Sham, ya hemos tenido un anticipo a pequeña escala de lo que puede pasar: los curdos lo recuperaron el mes pasado; se informó de que en esas circunstancias, algunos residentes chiítas tomaron partido por sus enemigos, los militantes sunníes del EI en lugar de ayudar el avance de los peshmerga.

El peor escenario: De la enmarañada política estadounidense actual surge un poderoso Kurdistán; esto estimularía otra importante guerra sectaria en Iraq que tendría el potencial de extenderse más allá de sus fronteras. Sea que Kurdistan se convierta en un miembro reconocido de Naciones Unidas o en un estado al estilo de Taiwan (real en todo sentido menos en el nominal), cambiará la dinámica de poder en la región de una forma que podría empequeñecer los problemas actuales. La modificación de un equilibrio de poder de larga data siempre tiene consecuencias imprevisibles, especialmente en Medio Oriente. Preguntad a George W. Bush acerca de su invasión a Iraq en 2003, que fue el inicio del caos actual.

 

2. Turquía

Turquia

Por supuesto, es imposible hablar de los kurdos sin hablar de Turquía, un país apretado en un tornillo de banco. Sus fuerzas armadas han combatido durante años contra el movimiento separatista kurdo, personificado por el PKK, un grupo al que tanto Turquía como la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos catalogan de organización terrorista. El enfrentamiento entre los turcos y el PKK se ha cobrado 37.000 muertes –en los ochenta y noventa– antes de que gracias a la diplomacia de la Unión Europea se lograra reducir a una olla hirviendo lo que había sido una caldera a presión. En Turquía, el “problema” no es algo menor: la minoría kurda, alrededor de 15 millones de personas, representa el 20 por ciento de la población.

Cuando se trata de actuar en Siria, los turcos se encuentran en medio de un verdadero conflicto porque Washington ha anunciado que los kurdos son sus “botas sobre el terreno”. Más allá de lo que EEUU pueda pensar, la verdad es que está ayudando a que la minoría kurda de Siría –incluyendo a los elementos del PKK desplegados a lo largo de la frontera turca– aumente su poder gracias a la entrega de armas y entrenamiento.

El partido turco que gobierna en Ankara no tiene ninguna simpatía por el Estado Islámico, pero su aversión por el presidente sirio Bashar el-Assad es tan profunda que sus líderes llevan tiempo ayudando al EI mediante el sencillo recurso de mirar hacia otra parte. Durante algún tiempo, Turquía ha sido el más obvio lugar de entrada de “combatientes extranjeros” en camino a Siria para unirse al EI. Turquía también ha sido el punto de salida de gran parte del contrabando de petróleo –entre1,2 y 2 millones de dólares por día– con que se financia el EI. Es posible que, para compensar, el Estado Islámico haya soltado a 49 rehenes turcos que mantenía en su poder, entre ellos algunos diplomáticos sin los habituales vídeos incendiarios de decapitaciones. En respuesta a los pedidos de EEUU de “hagan algo”, Turquía empezó a multar a los contrabandistas de crudo, aunque el total de multas apenas ha llegado a los 5,7 millones de dólares en los últimos 15 meses; esto muestra hasta dónde llega el compromiso de Turquía con la coalición.

Obama y Erdogan

La situación en la ciudad de Kobani, sitiada por el EI, es una muestra de este problema. Hasta ahora, los turcos se han negado a intervenir en ayuda de los kurdos sirios. Los tanques turcos están apostados en las colinas contemplando tranquilamente la lucha cuerpo a cuerpo a poco más de un kilómetro de su posición. La policía antidisturbios turca reprime a los kurdos turcos que tratan de llegar a la ciudad sitiada para ayudar en su defensa. Los cazas turcos han bombardeado a unidades rebeldes del PKK en territorio turco junto a la frontera iraquí.

Mientras tanto, los ataques de la fuerza aérea de Estados Unidos hacen poco más que dejar en claro los límites del poder aéreo y aportar material para que los historiadores del futuro puedan escribir sobre la incapacidad de las bombas estadounidenses a la hora de detener al Estado Islámico pero no pueden recapturar una ciudad asediada. A punto de destruir Kobani para salvarla, las posibilidades de EEUU son limitadas sin la infantería, la artillería y los blindados turcos. En las circunstancias actuales, los combatientes del Estado Islámico tanto pueden tomar la ciudad como destruirla mientras combaten con los kurdos hasta derrotarles.

El precio de la intervención turca –lo ha explicitado Ankara– es la creación de una “zona de amortiguación”, cuidada por EEUU, a la largo de la frontera. Los turcos necesitarían ocupar militarmente esta zona –territorio sirio de hecho cedido a Turquía–, ya que una zona de amortiguación ocupada por kurdos no serviría. Esto implicaría un compromiso aún mayor por parte de Washington, que podría poner a los aviones estadounidenses en contacto con las defensas antiaéreas sirias, que tendrían que ser bombardeadas ampliando aún más la guerra. Una zona de amortiguación también haría trizas cualquier acuerdo secreto que pudiera haber entre EEUU y el-Assad. Esta zona representaría otro compromiso de final abierto que requeriría recursos estadounidenses adicionales en un conflicto que ya está costando a los contribuyentes por lo menos 10 millones de dólares por día.

Por el otro lado, la política actual de Washington requiere esencialmente que Turquía deje de lado sus objetivos nacionales para ayudar a que nosotros podamos alcanzar los nuestros. Ya hemos visto cómo ha funcionado en el pasado un escenario como ese (buscar en Google “Pakistán y el talibán”). Pero con Kobani en la primera plana de los periódicos y los telediarios, Estados Unidos todavía podría tener éxito si presionara a los turcos hacia gestos más limitados, como permitir que los aviones estadounidenses utilizaran bases turcas y dejar que EEUU entrene a algunos rebeldes sirios en territorio turco. Esto no cambiaría la realidad de que, en última instancia, Turquía se centre en sus propios objetivos independientemente de todas las Kobanis que puedan surgir.

El peor escenario: Caos en el futuro del este de Turquía, mientras que el sol brilla para el-Assad y los kurdos. El flujo de refugiados ya está pesando económicamente sobre los turcos. El actual descontento sectario dentro de Turquía puede ponerse al rojo blanco, con los turcos en lucha abierta contra las fuerzas kurdas mientras EEUU se haría a un lado sin decir palabra y mirando cómo dos aliados luchan entre sí, una consecuencia no deseada de su intromisión en los asuntos de Medio Oriente. Si se implementara una zona de amortiguación, cabría la posibilidad de confrontación directa entre Estados Unidos y el-Assad; además, el presidente ruso Valdimir Putin encontraría una razón para regresar a la región.

 

3. Siria

Siria

Pensad en Siria como la guerra de Estados Unidos que nunca debería haber ocurrido. A pesar de los llamados a una intervención estadounidense y ciertos flirteos con el entrenamiento de grupos rebeldes sirios, la administración Obama se las ha arreglado (apenas) para mantenerse a distancia de ese particular cenagal. En septiembre de 2013, el presidente Obama estuvo casi al borde de enviar bombarderos y misiles de crucero contra las fuerzas de el-Assad por el supuesto empleo de armas químicas. Entonces, usó la escasa cooperación del Congreso y una hábil maniobra de Putin como excusa para echarse atrás.

El modelo del año –ignorar a el-Assad y atacar al EI– lo que había sido diseñado como una acotada misión humanitaria, en pocas semanas se metamorfoseó en un combate a muerte contra el EI en Iraq y después en el bombardeo de la propia Siria. Como sucede con los trucos de un mago, todos mirábamos lo que sucedía pero no pudimos entender cabalmente qué había pasado.

Asad

Hoy día, Siria es un país en ruinas. Pero, como los unicornios –unas criaturas de las que se habla mucho pero nadie ha visto nunca– que pastan sueltos en algún lugar de la Tierra, así son los “rebeldes sirios moderados”, tan publicitados por la administración Obama. ¿Quiénes son? Según la definición más difundida, serían algo así: personas que se oponen a el-Assad; por ahora no luchan contra él pero mientras tanto pueden combatir al EI; no son “demasiado fundamentalistas”. Los planes de Estados Unidos