¿Qué es lo que puede ir mal en Medio Oriente?: Page 2 of 3
son armarlos y entrenarlos tan pronto pueda encontrarse a algunos de ellos, investigarlos y transportarlos a Arabia Saudita. Si alguno de vosotros está en Siria comprando ganado, buscad alguno que lleve la etiqueta de “caudillo moderado”.
Al mismo tiempo que Estados Unidos y su coalición atacan al EI, algunos países del mismo bando (o al menos algunos de sus habitantes más ricos) continúan canalizando dinero hacia el nuevo califato para reforzar su autoproclamado papel de protector de sunníes y sustituto a mano contra el poder de los shiíes de Iraq. El vicepresidente Joe Biden mencionó recientemente a algunos de estos “compañeros” de EEUU en una de sus famosas metidas de pata, dando lugar a numerosos pedidos de disculpas. Si queréis tener una idea del futuro escenario sirio echad una mirada a Libia, un país que tras la intervención estadounidense se ha convertido en un caos, dividido y en manos de decenas de milicias diferentes.
El peor escenario: Siria es un espacio sin gobierno, un nuevo santuario para terroristas y grupos enfrentados que están financiados por personas de fuera (el talibán pakistaní prometió que enviará a combatientes para apoyar al EI). Entre las posibilidades de este escenario está la de que algún grupo se haga con armas químicas o proyectiles tierra-tierra tipo Scud, ambos procedentes de los arsenales de el-Assad, con un enorme potencial de muerte y destrucción. Este escenario está expuesto a extenderse a Israel.
4. Israel
La frontera entre Israel y Siria, caracterizada por los Altos del Golán, ha sido la más tranquila de las fronteras israelíes desde la guerra de 1967, pero eso está cambiando ahora. Insurgentes sirios se han apoderado recientemente de aldeas y un paso fronterizo en esas alturas. Las fuerzas de paz de Naciones Unidas, que una vez patrullaban la zona, han sido retiradas en su mayor parte, por su seguridad. El mes pasado, Israel derribó un avión sirio que entró en su espacio aéreo y no dudó en advertir a el-Assad de que cuidara de sus asuntos en lugar de volar donde no debía.
Supuestamente, la administración Obama está trabajando entre bastidores, algo que recuerda a la Guerra del Golfo en 1991, cuando los misiles Scud empezaron a caer en las ciudades israelíes para mantener a Tel Aviv apartado de la lucha cada día más generalizada. Sin embargo, no estamos en 1991: las relaciones entre EEUU e Israel son ahora mucho más volátiles y muy tensas. Israel está ahora mejor armado, y las coacciones que Estados Unidos pueda intentar para acotar los deseos israelíes son significativamente más débiles que antes.
El peor escenario: Una acción israelí, bien para asegurarse de que la guerra se mantenga lejos de los Altos del Golán, o bien alguna de carácter más agresivo como para apoderarse de una parte del territorio sirio, puede hacer estallar la región. “Es como una enorme bombona de gas rodeada de velas. Solo es necesario encender una de ellas para que todo vuele en un instante”, dijo un general israelí ahora en retiro. Aun así, si pensáis que a Israel le preocupa Siria, esto no es nada en comparación con que Irán esté cada día más cerca de ser una poderosa potencia regional; esta situación hace que el liderazgo israelí esté que echa chispas.
5. Irán
¿Qué puede pasar de malo a Irán en el conflicto actual? Si bien es cierto que en relación con Medio Oriente siempre es posible que surja algo inesperado, hoy día Irán parece ser el caballo ganador en la carrera iniciada por el Estado Islámico. ¿Se mantendrá en el poder un gobierno chiíta proiraní en Bagdad? Se aceptan apuestas. ¿Se le ha dado carta blanca a Irán para que mueva sus tropas en territorio iraquí? Jaque. ¿Atacará la fuerza aérea de Estados Unidos a fuerzas iraníes implicadas en combate contra el EI (en una situación extraoficial, por supuesto)? Sin ninguna duda. ¿Podría Washington tratar de recortar un poco el poder de un hueso tan duro de roer en las negociaciones nucleares? Es una probabilidad. ¿Podría dejarse entreabierta la puerta a una relajación de las sanciones económicas si los estadounidenses necesitaran más de Irán en Iraq? ¿Por qué no?
El peor escenario: Algún día, en el centro de Teherán habrá una estatua de Barack Obama; en Iraq, no.
6. Iraq
Oficialmente, Iraq es la tumba del “imperio estadounidense”. El “nuevo” plan de Washington para este país depende del éxito de un puñado de iniciativas que ya fallaron cuando se intentó que funcionaran, entre 2003 y 2011, una época en la que los “edificadores de naciones” estadounidenses tenían infinitamente más recursos a su disposición y muchísimo menos en relación con un caos regional, como el que se produjo después.
El primer paso del ultimísimo de plan maestro de Estados Unidos es la creación de un gobierno “inclusivo” en Bagdad, con el que los estadounidenses sueñan meter una cuña entre una población sunní, rebelde e insatisfecha, y el Estado Islámico. Después de que esto ocurra, un ejército iraquí –entrenado una vez más– expulsará a las fuerzas del nuevo califato de las zonas que ocupa en el norte del país y retomará Mosul.
Todo esto es muy poco realista, si no sencillamente una ilusión. Después de todo, Washington ha invertido 25.000 millones de dólares para entrenar y equipar el mismo ejército, y varios miles de millones en la policía paramilitar. El resultado: nada menos que la incautación por parte del EI de un arsenal de primera calidad de origen estadounidense cuando en junio los soldados iraquíes se dieron a la fuga abandonando las ciudades del norte del país.
Ocupémonos ahora de ese gobierno inclusivo. Estados Unidos parece que piensa que la formación de un gobierno iraquí es como elegir jugadores para un equipo de fútbol de fantasía. Ya sabéis, se gana alguno y se pierde otro, se hacen algunos apaños; si nada de esto funciona, todavía se puede esperar a la próxima liga y ganar el año que viene. Desde que Haider el-Abadi, el último primer ministro y la gran esperanza de los inclusivistas, es un shií y antiguo colega del una vez ungido, ahora desilusionado, Nouri el-Maliki, como también miembro del mismo partido político, en realidad casi nada ha cambiado en las altas esferas. Por eso, las esperanzas de una “inclusividad” hoy recaen en la elección de los ministros clave de defensa e interior. Ambos ministerios han sido durante años herramientas de represión dirigidas contra los sunníes del país. De momento, el-Abadi sigue siendo ministro en funciones de ambos ministerios, tal como lo fue el-Maliki durante su mandato. De verdad, ¿qué es lo que puede ir mal?
Para los sunníes, la estrategia estadounidense descansa sobre el supuesto de que ellos pueden haber sido sobornados y coaccionados para que rompieran con el EI; poco importa cómo sean vistas las cosas en Bagdad. Es muy difícil imaginar esto, a menos que ellos hayan perdido completamente la memoria. Como pasó con al-Qaeda durante los años de ocupación estadounidense, el Estado Islámico es el poder político sunní contra los shiíes que, abandonados a su propia suerte, continuarán siendo marginados, si no simplemente asesinados. A partir de 2007, los funcionarios de EEUU ciertamente sobornaron y coaccionaron a algunos jefes tribales sunníes para que aceptaran armas y dinero a cambio de luchar contra grupos insurgentes, incluyendo al-Qaeda. Este acuerdo, llamado después “Despertar de Anbar”, llegó acompañado de las seguridades de que EEUU siempre estaría junto a ellos (el general John Allen, que ahora coordina la novísima guerra estadounidense en Iraq, fue la figura clave en el rompimiento de ese “despertar”). Estados Unidos no se atuvo al compromiso; en lugar de eso, dio vuelta totalmente el programa de un gobierno shií y le mostró la puerta de salida. Los shiíes de inmediato incumplieron el acuerdo.
Gato escaldado del agua fría huye, dice el refrán. Entonces, ¿por qué, solo unos pocos años después, acordarían algo que tanto se parece a un mal acuerdo? Además, desde el punto de vista de Estados Unidos, este acuerdo en particular parecería tener aspecto especialmente contraproducente. Según los planes que se manejan hoy, EEUU crearía una “guardia nacional” sunní –una milicia sunní con un nombre más comercial– para combatir contra el EI a cambio de armas y dinero. Esta milicia combatiría solo en territorio sunní y bajo liderazgo sunní. No tendrá más conexión con Bagdad que la que tiene usted. ¿Cómo puede ayudar esto a construir un estado inclusivo y unitario? ¿Qué pasará en el largo plazo cuando se formen otras milicias armadas y sectarias que vayan por libre? ¿Qué es lo que puede ir mal?
A pesar de un historial de “fracasos” –que no deja lugar a dudas–, el Despertar de Anbar permanece como un mito incombustible entre los pensadores conservadores de Estados Unidos. Entonces, en el corto plazo, no os dejéis engañar por los medios que presentan con bombos y platillos ejemplos locales de cooperación sunní-chií en la lucha contra el Estado Islámico. Consideradlos como lo que son: alianzas de conveniencia tribu-con-tribu que no durarán hasta el próximo ataque. Esto ni por asomo es una estrategia para una victoria nacional. No lo fue antes, y no lo es ahora.
El peor escenario: La violencia sunní-chií llega a un nuevo nivel, uno que atrae a terceros países que no son de la región, tal vez los estados sunníes del Golfo, en procura de prevenir una masacre. ¿Permanecerían quietos los shiíes de Irán, que ya tienen fuerzas en Iraq? ¿Quién está en condiciones de predecir cuánta sangre correrá, todo a causa de una nueva insensata guerra estadounidense en Iraq?
7. Estados Unidos
Si Irán puede llegar a ser el gran ganador geopolítico en este conflicto en el que tantos países están implicados, Estados Unidos será el gran perdedor. Finalmente, el presidente Obama (o su sucesor) indudablemente tendrá que elegir: o bien una guerra lejana, o bien implicar fuerzas de combate estadounidenses en la lucha por el territorio. Es probable que ninguna de las dos opciones produzca los resultados deseados, pero la de “botas sobre el terreno” significará la ampliación de la tragedia en los días por venir. La fantasía de Washington que siguió al 11-S consistió siempre en que el poder militar –sea al nivel de una invasión a gran escala, sea al de operaciones “quirúrgicas” con drones– es capaz de cambiar el paisaje geopolítico de un modo predecible. De hecho, la única certeza es que habrá más muertes. Todo lo demás, como los últimos 13 años lo han dejado en claro, está disponible, y en lo está en las formas que Washington menos espera.
Este es uno entre los escenarios posibles: el Estado Islámico está a unos pocos kilómetros del Aeropuerto Internacional de Bagdad, y éste a solo a 14,5 kilómetros de la Zona Verde, en el corazón de la capital (ninguno de los cañones M198 capturados por el EI después de la retirada de los soldados iraquíes alcanza los 25 kilómetros). El aeropuerto es esencial para la eventual evacuación del personal de la embajada de cara a una potencial gran operación futura similar a la de Bengazi o para llevar más personal militar, como la Fuerza de Reacción Rápida de los Marines trasladada hace muy poco al cercano Kuwait. El aeropuerto ya está protegido por entre 300 y 500 soldados estadounidenses apoyados por helicópteros de ataque Apache y aviones no tripulados. Es probable que los Apache enviados recientemente a combatir a la provincia de Anbar dejen ese lugar. Si los combatientes del EI atacaran el aeropuerto, los estadounidenses se verían obligados a defenderlo, por lo que habría combate entre ambas fuerzas. Si eso sucediera, el EI perdería en el terreno, pero ganaría por haber llevado a Estados Unidos a lo más profundo del lodazal.
En un panorama más amplio, la actual coalición anti-islámica de “más de 60 países” que Estados Unidos ha conseguido juntar no puede durar mucho tiempo. Está destinada a colapsar por tratarse de una acumulación de objetivos contrapuestos en el largo plazo. Tarde o temprano, lo más probable es que Estados Unidos vuelva a encontrarse solo,