La bomba nuclear de Obama que no conociste
Tras el lanzamiento ayer la bomba GBU-43/B en Afganistán, la ‘madre de todas las bombas’ (MOAB, por sus siglas en inglés (Massive Ordinance Air Blast), se han disparado las alarmas sobre la confirmación de los temores de que la Administración Trump será mucho más belicista que la anterior.
Aunque no conocemos –y probablemente no conoceremos nunca- el número de bajas que han provocado las más de 11 toneladas de TNT de la MOAB, ¿qué sucedió durante la era Obama?
Si solo atendemos a los ataques con drones, vemos que éstos se intensificaron extraordinariamente frente al mandato de Bush. Si sólo nos fijamos en Afganistán –que ha sido menos atacada que Pakistán- y únicamente en sus dos últimos años de mandato (2015-2016), se estima que se produjeron más de 1.500 ataques con drones, que arrojan una cifra de muertos que podría rondar los 3.200 de los que 200 serían civiles (49 de ello, posiblemente, niños).
Por otro lado, el armamento de EEUU durante el Gobierno de Obama también se ha visto reforzado, incluido en el capítulo nuclear. Hay que tener en cuenta que, aunque la fuerza nuclear puede rondar ahora una cuarta parte de lo que supuso en plena Guerra Fría, todavía cuenta con más de 2.200 ojivas estratégicas.
En 2015 –de nuevo con Obama- se incorporó al arsenal de EEUU la bomba nuclear B61-12, considerada la más peligrosa de todas cuantas poseen, a pesar de que únicamente arroja un rendimiento de 50 kilotones –frente a la más grande, de 1.200 kilotones-. El motivo de su peligrosidad viene dado por su sencillez de uso, su precisión casi quirúrgica que le permite impactar dentro de un radio de 30 metros alrededor del objetivo. Gracias a este menor radio de acción, el impacto nuclear también es menor, lo que reduce el número de bajas no intencionadas.
La precisión de esta bomba ha mejorado respecto a versiones anteriores de las B61, al incorporar un sistema de navegación interno con capacidad de desacoplarse. En realidad, no se trata tanto de una nueva bomba como de la fusión de componentes de otras cinco previas (B61-3, B61-4, B61-7, B61-10 y B61-11)
Para hacernos una idea del coste de este tipo de armamento, la solicitud de presupuesto de la NNSA (National Nuclear Security Administration) para 2015 incluía una partida de 643 millones de dólares para el desarrollo de la B61-12, cuyos costes de desarrollo y producción se estiman entre 8.000 y 10.000 millones de dólares.
Mayor precisión, más posibilidades de uso
Si retrocedemos a 1985, la ojiva de un misil balístico intercontinental (ICBM) apenas alcanza un 60% de efectividad a la hora de destruir un silo. Tanto es así que, incluso de utilizarse cuatro o cinco ojivas adicionales, el porcentaje no superaba el 90%, entre otros motivos porque sus explosiones ‘fraticidas’ terminan por destruirse entre sí.
¿Qué sucedería hoy en día? Pues que con un solo misil Trident II la efectividad se dispara hasta el 99%. Con este nivel de precisión, el quid de la cuestión estriba ahora en identificar correctamente los objetivos, algo que no siempre sucede y corren masacres como bombardeos a hospitales, por ejemplo.
Esta exactitud, unida a un menor coste de producción, hace más viable el uso de este tipo de armamento y, con toda seguridad, la inteligencia militar estadounidense habrá ya configurado diferentes escenarios en los que su utilización podría ser más que aceptable.
El Departamento de Defensa de EEUU cuenta con simulaciones informáticas, llamadas Hazard Prediction and Assessment Capability (HPAC), con las que estima la dispersión de la lluvia radiactiva letal después de que se haya detonado una bomba nuclear. Entre las variables que el superordenador maneja para predecir cuántas personas resultarían heridas o muertas se encuentran la capacidad explosiva del a ojiva, la altura de la explosión, así como datos climatológicos sobre el tiempo y los datos demográficos locales.
En 2006 se llevó a cabo una de estas simulaciones a cargo de la Federación Americana de Científicos (FAS) y el Consejo de Defensa de Recursos Naturales (NRDC). El escenario diseñado fue un ataque contra los silos de misiles balísticos intercontinentales de China, ubicados en zonas no urbanas poco pobladas. A pesar de esta situación, la lista de posibles bajas se disparaba a una horquilla de entre 3 y cuatro millones de muertos.