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Respuestas del director de la Agencia de Cooperación Internacional, Konstantín Kosachov a una entrevista de la revista VIGIL

Константин Косачев

¿Cómo podemos valorar la eficacia del trabajo con los compatriotas a partir del momento en que se aprobó la necesidad de reiniciar este tipo de trabajo?

El trabajo con los compatriotas en el extranjero ha pasado varias etapas distintas que equivalen aproximadamente a los distintos estudios del desarrollo de Rusia, de su política exterior y de la autoconciencia nacional. Sin comprender las particularidades de estos estudios es imposible valorar del todo porque la política en relación a los compatriotas era una en los años 90, otra diferente en los años 2000 y hoy en día pasa a un nuevo nivel, no sólo en la práctica, sino también en el imaginario del Estado y de la sociedad.

Y esto es algo importante. Si no existe consenso en la sociedad, este trabajo es importante para todos no sólo fuera del país, sino también dentro de él, todo lleva a acciones formales de varios departamentos y a especulaciones públicas de unos u otros políticos sobre el tema.

Por esta razón, hablar de la eficacia del trabajo en este sentido es por ahora algo complejo, ya que en cada una de las etapas se han impuesto distintos objetivos. Algunos se lograron, otros no, no hemos podido evitar errores y valoraciones incorrectas de la situación y perspectivas de su desarrollo. Además, muchas cosas han dependido de la situación política interna de los países de residencia de nuestros compatriotas. ¿Quién podía imaginar, por ejemplo, que después de dos décadas de independencia de los países bálticos y tras su adhesión a una comunidad democrática como es la UE, estos mantendrían el Instituto de la “no ciudadanía”, algo salvaje para el siglo XXI, así como la discriminación masiva por motivos nacionales? E incluso en los países socios de Rusia en la CEI existen no pocas tendencias a la expulsión de todo lo ruso de la vida cotidiana de estos estados, y la principal víctima de esto es la diáspora rusa. ¿Esto es exclusivamente debido a la ineficacia y a los errores de la política rusa? No lo creo. Pero no faltan razones para pensar así.

¿Cuáles son los resultados? ¿Se puede decir que el Estado considera este trabajo como una herramienta efectiva de la política exterior?

Yo creo que todavía nos encontramos en un Estado en el que el trabajo con los compatriotas es una de las herramientas efectivas de la política exterior. Sin embargo, a menudo nos acusan de intentar construir una especie de “quinta columna” en contra de los Estados de residencia de nuestros compatriotas, algo radicalmente lejos de la verdad. Nuestra defensa del derecho de los rusos a hablar, estudiar y pensar en su lengua materna y la posibilidad de mantener esto para sus hijos es una pura defensa de los derechos humanos de personas cuyos destinos no nos son indiferentes, y nada más. Como dijo Sigmund Freud: «a veces un puro no es nada más que un puro»; no hay que buscar un doble sentido donde no lo hay para justificar una violación de los derechos humanos. Rusia no quiere para sus compatriotas nada más que lo que el resto de países quieren para los suyos.

Otro asunto es que nuestra situación sea distinta de base: muchos rusos (¡estoy hablando de decenas de millones!) no se convirtieron en extranjeros por su propia voluntad. Algunos de ellos emigraron a Estados que acababan de adquirir su independencia, en los que se llevaron a cabo procesos sociales de forma muy radical y en los que consecuentemente triunfó el sentimiento nacionalista. En estos países existen ideas distintas sobre la “ocupación” Rusa/Soviética, lo cual afecta a la situación de los rusos en estos países y requiere nuestra atención.

En estos momentos las comunidades de rusohablantes en el extranjero han llegado en muchos sentidos a un estudio de consolidación: lo que quisieron formar sus propias estructuras ya lo han hecho, y lo que no quisieron se quedaron fuera pero tienen la posibilidad de unirse a las organizaciones existentes. Evidentemente, por ahora no existe unidad entre estas asociaciones, pero esto es algo quizás inevitable, ya que se trata de personas con sus propias convicciones, de representantes de distintas generaciones de emigrantes y sus descendientes, de distintas capas sociales. Nuestra tarea no es “organizarlos” por decreto de Moscú, sino trabajar con ellos por el interés mutuo. Es por esta razón que nosotros deseamos que el elemento de unión sea para ellos no la ideología o la política, sino la cultura, la lengua, la consciencia de pertenencia a la civilización rusa y la responsabilidad de su destino, en lo que hizo hincapié el presidente Vladímir Putin en su reciente Discurso ante la Asamblea Federal.

Por ahora hay que ayudar a muchos a resolver sus necesidades básicas. Pero ya existen muchas personas y organizaciones que están dispuestas a aportar su contribución para la mejora de las relaciones de sus países de residencia con Rusia, puesto que ellos mismos serán los principales beneficiarios, los que recogerán el fruto de esta mejora.

¿Qué de los cambios en la política de estos Estados extranjeros en relación con Rusia se deben a las acciones de nuestros compatriotas?

Una influencia notable de nuestros compatriotas en la política de otros Estados en relación a Rusia será posible cuando esta provenga de estructuras consolidadas y sólidas que tengan un peso y una autoridad considerables en la escena política local. Existen muchos ejemplos en el mundo que nos permiten estar convencidos de la efectividad de algunos lobbies de presión, aunque en este sentido estamos hablando de la influencia en la política de Estados de gran relevancia: Estados Unidos, Canadá, Francia, etc.

Por ahora es pronto para decir que las comunidades rusohablantes se encuentren entre las comunidades más influyentes del mundo. Hay muchas razones para ello: desde las objetivas (la corta existencia histórica de estas diásporas, el politizado tema de los rusos en las antiguas repúblicas de la URSS) hasta las subjetivas (contradicciones internas, pasividad, el rechazo de muchos a participar en la organización).

Pero aún así, es imposible no escuchar la opinión de los rusos. Incluso en los países del Báltico, donde estos se ven privados de sus derechos. Fue precisamente allí donde surgió la iniciativa de dar a la lengua rusa el estatus de lengua oficial de la UE. No es un hecho que esta reciba el apoyo de todos los estados de la Unión Europea. Pero esta iniciativa refleja una realidad: en Europa millones de personas hablan el ruso, y esto se debe tener en cuenta. Por ahora estos millones de personas no son una fuerza real, pero ¿quién ha dicho que esto será siempre así? Por cierto, el ruso es la lengua más extendida de Europa, desde Lisboa hasta los Urales, en número de sus hablantes nativos: unos 150 millones de europeos. En segundo lugar figura el alemán (95 millones), después el francés (unos 66 millones), el inglés (63 millones) y el italiano (60 millones).

Pero vea las dificultades con las que se encuentra la gente cuando intenta defender sus derechos para la consolidación legislativa del estatus de su lengua materna en otros países. Sólo hay que recordar el referéndum en Letonia, (celebrado sin la participación de los propios hablantes de la lengua). Así como la gran confrontación en Ucrania, donde la ley se aprobó a pesar de que todavía es cuestionable su realización práctica y la propia ley.

Pero, en cualquier caso, los cambios llegarán y las comunidades de rusohablantes empezarán a ser escuchadas si logran superar las confrontaciones, organizarse para conseguir sus objetivos comunes y tareas indispensables y actuar en consecuencia. Nosotros podemos ayudarles en esto, pero la mayor parte del camino deben recorrerla ellos solos, ya que estamos hablando de otros Estados soberanos, de otras sociedades, de otras realidades políticas y culturales. Ellos deben convertirse en una fuerza no sólo como cooperantes de Rusia, y aún más, no como un “brazo de Moscú”, sino como un elemento constructivo (y por ello también influyente) de sus Estados. Entonces sus necesidades recibirán el apoyo necesario social y político en sus Estados de residencia, sin el cual incluso sus exigencias más coherentes respecto a la ley apenas tendrán oportunidades de llevarse a cabo.

¿Cuál es según usted la perspectiva a corto plazo de la política exterior rusa? ¿Qué áreas serán de vital importancia?

Esta pregunta es muy amplia y quizás, yo no soy la persona más adecuada para responderla. Según la constitución, la dirección de la política exterior de la Federación Rusa le corresponde al presidente del país. Y él ya expresó su posición al respecto en sus artículos preelectorales, en el Decreto Nº 605 “Sobre las medidas de realización del curso de la política exterior de la Federación Rusa” del 7 de mayo de 2012 y en sus últimas intervenciones. Al Ministerio de Asuntos Exteriores le fue ordenado desarrollar el proyecto de la Concepción de la Política Exterior de la Federación Rusa en una nueva redacción, y este será el documento clave que permita juzgar hacia dónde irá nuestra política exterior en el futuro.

Pero yo no espero cambios cardinales. En general a mí me parece que estamos viviendo un periodo único en el que Rusia no considera a nadie su principal enemigo. Puedo decir con toda seguridad que nuestro país está dispuesto a llegar con cualquier Estado a un nivel de acercamiento que crea posible. El balón está siempre en el campo contrario, como por ejemplo en la situación sobre la exención de visados con la UE.

Rusia es quizás el único país que tiene relaciones al mismo tiempo y al mismo nivel con Estados Unidos y con Irán, con Israel y con Palestina, con Corea del Sur y Corea del Norte; aunque esta última, como es sabido, tiene muy restringidos sus contactos con el mundo exterior. Podemos sentirnos insatisfechos de las acciones de algún país respecto a Rusia o sus socios, pero no porque estemos predispuestos y los consideremos enemigos, sino porque estamos reaccionando a acciones concretas. Esta es la diferencia principal respecto a la posición de algunos estados que muestran una motivación interna en sus acciones: algunos hablan de la “amenaza rusa”, otros de una especie de “imperialismo ruso”, otros piden saldar cuentas históricas, otros intentan exportar su idea de sistema político correcto para Rusia; otros intentan abrir una brecha en nuestras relaciones con un tercer país, otros ignoran manifiestamente a Rusia en la formación de su mecanismo de seguridad para su único interés.

Nosotros ya estamos acostumbrados a que, en particular la OTAN, entone el eterno refrán “¡que vienen los rusos!”, a pesar de que los rusos no van a ningún lugar. Pero cualquier preocupación por nuestra parte sobre este asunto se interpreta inmediatamente como un comportamiento agresivo. Hay que cambiar de algún modo esta absurda situación.

En lo que respecta a las áreas prioritarias, se entiende que el espacio postsoviético y los proyectos de integración con la participación rusa son áreas clave. En este aspecto es importante entender que es algo importante tanto para los rusos como para la población de los países socios. Precisamente en el nivel humano, lo cual demuestra el ejemplo de la Unión Europea: los problemas entre los Estados siguen existiendo, incluso tienden a aumentar, pero las personas corrientes gozan de los beneficios de la integración. Por esta razón estoy convencido de que lo que haremos en este sentido será importante y útil para todos y precisamente por ello tendrá más oportunidades de realizarse.

¿Para los medios es necesario dar pasos para popularizar la política exterior rusa?

En lo que respecta a la política exterior, quizás sería mejor no tanto su popularización sino su adecuada cobertura. Ahora vivimos en una situación en la que prácticamente cada paso que da Rusia en el mundo, adquiere una capa de malversaciones y versiones que hacen que su sentido original se hunda en un mar de interpretaciones. Si nosotros mostramos nuestra preocupación sobre el acercamiento a nuestras fronteras de la infraestructura militar de otras alianzas, dicen de nosotros que Rusia tiene miedo del movimiento de la democracia hacia sus fronteras. Si nosotros queremos