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Barack Obama. ¿Continuación o principio?

Путин и Обама, Россия и США

No sería exagerado decir que los rusos esperaban que llegara el día después del primer lunes de noviembre de 2012 con mayor interés que cualquier otro acontecimiento de la política exterior. Ese día en Estados Unidos escogían presidente, y por alguna razón esperaban que se publicara algún tipo de intriga. Sin embargo esta intriga, como en la época de la rivalidad entre George Bush y Al Gore, en la que la victoria dependía realmente de cada uno de los votos, no tuvo lugar, y el presidente Barack Obama obtuvo una victoria prácticamente planeada.

La segunda legislatura en la presidencia de Obama comenzó el 20 de enero, y mucho antes de esto estaba claro que la administración de Estados Unidos cambiaría mucho.

Continuidad a la americana

Todo el revuelo y la aparición de nuevos rostros en la administración del Presidente de los Estados Unidos, sin embargo, difícilmente se reflejarán en la política del gabinete de Barack Obama. Ya durante su primera legislatura, Barack Obama, en comparación con el 43º presidente de los Estados Unidos, mostró ser cauteloso y prudente, aunque también contaba entre las “grandes ventajas” la retirada de las tropas de Irak y el derrocamiento del régimen de Gadafi. Entiende a la perfección la ineficacia de los métodos de fuerza directa, así como el peligro que suponen las crisis internacionales.

En la actualidad, en la jerarquía de intereses de los Estados Unidos, Rusia no ocupa ni de lejos el primer puesto. El activo “reinicio” de las relaciones de los primeros años de presidencia de Barack Obama, fue remplazado por un enfriamiento en la comunicación. No es discutible el hecho de que hace tiempo que Moscú ha dejado de ser para Washington el objetivo más importante en materia de política exterior, a diferencia de Pekín y los problemas en Oriente Próximo. Los Estados Unidos están dispuestos a discutir con la Federación Rusa, únicamente las cuestiones en las que Rusia puede ayudar. John Kerry no esconde esta postura de los americanos: “Tenemos un terreno fértil para las relaciones con Rusia al mismo nivel que estaban hace uno o dos años. Podemos restaurar las relaciones. Los rusos son nuestros socios, contamos con su ayuda en muchas cuestiones: Siria, las sanciones contra Irán, el desarme, START, Corea del Norte, la OMC... Y en muchas cuestiones su postura es muy importante para nosotros”.

Además, si añadimos a la lista no sólo las relaciones políticas, sino las de componente económico, los exportadores americanos están altamente interesados en el mercado ruso en muchos sectores. No hay que olvidar que la mayor parte de los productos exportados de Estados Unidos son productos de alta tecnología: Automóviles, aviones, maquinaria, incluida la de la industria del petróleo y del gas, equipamiento. También es importante la agricultura: Estados Unidos ocupa el segundo puesto en exportación de carne a la Federación Rusa, por ejemplo. En general, las ventajas son evidente y en el futuro prometen únicamente seguir creciendo: según los pronósticos, ya en 2017 Estados Unidos duplicará el volumen de exportación a Rusia de los 11.000 millones de dólares hasta los 22.000 millones. Y este proceso no será quizás el más importante en las relaciones de Moscú y Washington durante este periodo.

La idea de expansión de los vínculos económicos también fue pronunciada por el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Riabkov. Según este, la tarea durante los próximos cuatro años es “construir un nuevo edificio de cooperación económica contando también con la adhesión de Rusia a la OMC”. “Esto (la agenda económica, nota de redacción ), en mi opinión, es incluso más importante que la continuación del trabajo según la agenda tradicional, basada en el control de armas y otros tipos de temáticas político-militares”, - señala el diplomático. No obstante, este añadía, que se debe trabajar en el resto de áreas: a nivel regional se suele opinar que “no podemos seguir el ritmo de los americanos, como mínimo no permitir fracasos, agravación de conflictos, el uso de la violencia, la constante búsqueda de soluciones políticas, alcanzar compromisos, respetar el derecho internacional”.

Latinoamérica está cerca

Se puede decir que una situación parecida existe en las relaciones entre Estados Unidos y la mayoría de países de Latinoamérica. En principio, los países latinoamericanos son Estados que se están desarrollando rápidamente y al mismo tiempo son mercados muy prometedores para Estados Unidos. La exportación a Sudamérica y Centroamérica es uno de los artículos clave en el presupuesto de comercio exterior de Washington. Pero, como en el caso de la Federación Rusa, los vínculos políticos se están separando mucho de los económicos, aunque sea por otra razón. Durante la segunda legislatura en la presidencia de Obama no cambiará seriamente mucha cosa. En primer lugar, en Washington y en general (en el Departamento de Estado en particular) no existe prácticamente ningún especialista con experiencia en Latinoamérica. Y en segundo lugar, los propios congresistas no permitirán ningún movimiento importante a Obama.

Ante la renovada Administración del 44º Presidente de Estados Unidos, existe la complicada tarea de recuperar la posición de Washington en la región latinoamericana, perdida durante las últimas décadas. Para conseguir esto será necesario cambiar radicalmente el enfoque de la cooperación con los países del continente del sur. Hace muy pocos años las acciones de Estados Unidos en esta zona seguían basándose en los principios de la doctrina Monroe, establecida en el siglo XIX. Es extraño que los políticos estadounidenses no tuvieran en cuenta los enormes cambios que se habían producido en Latinoamérica en un par de décadas.

En general, la política de Barack Obama en cuanto a Latinoamérica es bastante ambigua. Muchos acusan al presidente de los Estados Unidos de querer separar a los países de la región en pasajeros de primera clase y el resto, a los que les tocará viajar en la cola del avión. Los primeros serían los países de la costa del océano Pacífico, como México, Perú y Chile. Washington los considera mercados interesantes, libres y merecedores de cooperación. Precisamente estos países deben, en particular, entrar en una potente organización económica y comercial, cuya idea de creación apoya Barack Obama: La Asociación Transpacífica. Y el resto de países se revuelven en su propio jugo de populismo y socialismo, economías de las materias primas y tráfico de drogas.

En realidad, los principales problemas en las relaciones con los Estados latinoamericanos son: La lucha contra el tráfico de drogas y la regulación de la migración. En la actualidad, los primeros inmigrantes ilegales en la historia de los Estados Unidos han legalizado su situación, y estos, según valoraciones de algunos expertos, llegan a los 20 millones de personas. Pero en este aspecto es prácticamente imposible solucionar los problemas masivos. Por un lado, un reforzamiento de la legislación de la migración se reflejaría de forma negativa en las relaciones con sus vecinos. Por otro lado, tampoco se conseguirá legalizar a millones de inmigrantes procedentes de Latinoamérica: una iniciativa de este tipo no saldrá de las paredes del Congreso.

De este modo, el éxito de Obama en esta cuestión dependerá directamente de los esfuerzos en el desarrollo económico de México, de los países de América Central y de la Cuenca del Caribe; la creación de lugares de trabajo en estos espacios, así como el aumento del nivel de educación, orden público y desarrollo de infraestructuras. Este mismo enfoque puede aparecer en la solución de problemas relacionados con la fabricación y venta ilegal de narcóticos.

A través del océano

De todos modos, la solución de estos antiguos problemas con los países vecinos quedará en un segundo o incluso tercer plano. En estos momentos, una de las prioridades en política exterior es la región de Asia y el Pacífico. El vicepresidente de los Estados Unidos John Biden, subrayó que la cooperación transpacífica era de vital importancia, porque “el motor de la economía mundial está situado en Oriente”, y precisamente en esta región se observará un crecimiento económico durante los próximos 5 años.

La cooperación en esta región es aún más importante para Estados Unidos si tenemos en cuenta que en la otra orilla del océano Pacífico se encuentra el principal socio-rival de Estados Unidos: China. Socio porque las economías de ambos países están ya estrechamente relacionadas; rival, porque China, según una extendida opinión entre los especialistas, pronto remplazará a los Estados Unidos en el puesto de principal superpotencia. En este sentido, muchos coinciden en el hecho de que el conflicto entre Washington y Pekín es inevitable: China está creciendo a pasos agigantados, pero Estados Unidos no está acostumbrado a ceder el liderazgo fácilmente, sea a quien sea. La cuestión es cómo se desarrollará este proceso. Una de las posibles opciones es un debilitamiento gradual de los vínculos amistosos entre la República Popular China y la Federación Rusa. Los nacionalistas que dirigieron el XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista de China, ya no defienden especialmente la amistad con el pueblo soviético, y la mayoría de ellos posee una educación occidental que suele dar la impresión de que Rusia es un territorio enorme y accesible.

Aunque, quizás, el punto más importante de la política exterior de Estados Unidos siga siendo Oriente Próximo. En estos momentos sus fuerzas principales están situadas allí. Esto lo confirmó Barack Obama en una visita a esta región. El tiempo en la presidencia pasa muy deprisa, y alcanzar en dos o tres años un avance en la regulación del conflicto palestino-israelí será algo bastante complicado. Es importante conseguir lo antes posible el apoyo de Israel y Jordania en lo concerniente a la situación en Siria. En este proceso podría jugar un papel significativo Turquía, con la que muchos refuerzan los vínculos de amistad, especialmente tras su reciente reconciliación con Israel. Evidentemente, los Estados Unidos no olvidan que el principal responsable de esta reconciliación fue Barack Obama.

Al parecer, durante los próximos años las prioridades de Washington en política exterior, apenas cambiarán. El centro de atención seguirá siendo la diplomacia en Oriente Próximo, habrá un creciente interés en la región de Asia y el Pacífico, se reforzará la rivalidad con China, habrá cierta deseuropeización, pero al mismo tiempo se tenderán lazos de amistad para solucionar problemas y amenazas comunes. Además, sobre el presidente Barack Obama se está extendiendo la impresión de que es un gran estratega que, reduciendo la presión, refuerza la vigilancia de sus rivales y prepara el campo para un paso único pero decisivo, ¿no es cierto? La segunda legislatura en la presidencia mostrará la fuerza de Obama como diplomático.