Si a alguien se le ocurriera demostrar que el mundo cambia siempre para peor, podría apoyarse en el caso de Obama y Bush. Cuando gobernaba este último, uno hubiera pensado que peor era imposible; sin embargo, es superado con creces por el actual calienta asientos de la Casa Blanca que se encuentra en una especie de competencia cuyo ganador va a ser el premio Nobel a la Paz que más guerras promueva durante su mandato. No en vano, los estudiantes de la Universidad de Harvard determinaron que los EE.UU.