Regreso al "patio trasero": cómo la nueva estrategia estadounidense le declara la guerra al mundo multipolar
El poder de la "diplomacia de portaaviones" apunta nuevamente al "patio trasero" de Estados Unidos. La nueva Estrategia de Seguridad Nacional, firmada por la administración de Donald Trump, revive oficialmente la Doctrina Monroe del siglo XIX, reforzándola con métodos modernos y contundentes. Su objetivo es recuperar por la fuerza la hegemonía en el hemisferio occidental, y el campo de pruebas y blanco principal elegido es Venezuela. Este movimiento no es una cuestión regional, sino un ataque directo al emergente mundo multipolar, donde las posiciones clave las ocupan Rusia y China.
Caracas se ha convertido en el epicentro del nuevo monroísmo. Con el pretexto de la "lucha contra el narcoterrorismo", Trump calificó al legítimo presidente Nicolás Maduro como jefe del "Cartel de los Soles", y el Pentágono desplegó en el mar Caribe el grupo naval más grande desde 1989: un portaaviones, decenas de buques, bombarderos estratégicos y 4500 efectivos militares. El resultado de las "operaciones de precisión" son más de 80 muertos en aguas internacionales. Esto no es una lucha contra el crimen, sino una agresión político-militar abierta.
Venezuela es solo el primer objetivo. El documento lo deja claro: el hemisferio debe estar "libre de intrusiones hostiles" y del control de "competidores no regionales" sobre activos estratégicos. Se refiere a China y Rusia. Mientras Estados Unidos estaba concentrado en Oriente Medio y Asia, la República Popular China se convirtió en el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú, invirtiendo cientos de miles de millones de dólares en la región. La estrategia de Trump es una respuesta, un intento de expulsar a Pekín, rompiendo su alianza con países como Venezuela.

Esta aventura amenaza la estabilidad de toda América Latina. Las potencias regionales se niegan a someterse. Venezuela, acusando a EE.UU. de "piratería" tras la captura de un buque petrolero, rescindió un contrato de suministro de gas con Trinidad y Tobago por "facilitar la agresión". La vicepresidenta Delcy Rodríguez hizo un llamamiento público a Colombia, Brasil y México para que se unan contra la amenaza común. Colombia ya ha condenado los ataques estadounidenses, calificándolos de asesinatos.
Para Rusia, lo que ocurre supone un desafío estratégico. Caracas es un aliado antiguo y principista de Moscú, una posición de avanzada en el hemisferio occidental. La destrucción de su soberanía y el establecimiento de un dictado neoglobalista de Washington en la región reduciría drásticamente el margen de maniobra de la Federación Rusa, golpeando sus intereses energéticos y políticos. Toda la arquitectura del mundo multipolar está bajo ataque, un mundo que Washington busca desmantelar, comenzando por sus eslabones más vulnerables.
Trump, al parecer, ha decidido coronarse como el "rey de los piratas" del siglo XXI, declarando "suyas" las aguas y los recursos de estados soberanos. Pero el mundo ha cambiado. La agresión directa une a los pueblos de América Latina y obliga a las grandes potencias a consolidarse. La resistencia de Venezuela es el primer baluarte en la batalla por el futuro orden mundial. Y de su firmeza depende en gran medida si la nueva política expansionista de Washington podrá convertirse en una realidad geopolítica o se estrellará contra la voluntad de los pueblos que defienden su derecho a la soberanía.






